Se supone que tengo que esperar que alguien lo lea, que me de feedback pero me nació publicar esto, que considero es lo más "yo" que he escrito hasta ahora. Me salió del corazón señores. Sabes que lo haces bien cuando en medio de la escritura comienzas a llorar.
A mis alguienes, los extraño.
La efemérida.
"Alguien a quien extrañes"
Quizás la primera pregunta que tenga que hacerme
para poder escribir el tema de hoy es: ¿A quién extrañas?. Y varias caras pasan
por mi mente. Contaré breves historias de cada uno de ellos, grupo de personas
que abandonaron mi camino por decisión propia o porque se fueron "al otro
lado".
Entonces no es un "alguien"
sino "los alguienes", a quienes comenzaré a llamar de esa manera a partir
de ahora.
Mi primer alguien es un señor que
llegó para partir. Todas las mañanas me levantaba con olor a café guayoyito,
para verlo sentado en la punta de la mesa con un saco gris, un distintivo de
"LAGOVEN" y un bigote setentoso que decidió no quitarse nunca. "¿Y
usted no pide la bendición?".
Le
tenía miedo, pero sobretodo le tenía mucho cariño que nunca logré demostrarle
sino después que se fue, porque pase una semana seguida soñando con él,
diciéndome que todo estaba bien.
Acostumbraba a partir al trabajo en
su Toyota perfectamente limpio, creo que lograba ver una calvicie brillante a
lo lejos diciéndome "adiós". Nunca oí un cumplido de su parte, nunca
vi muestra de afecto que cualquier persona común espera, es decir, besos,
abrazos, "te quieros". Era un gruñón. Recuerdo más sus regaños
que sus demostraciones de amor, y, sinceramente, los extraño.
Constantemente fumaba esos cigarros
horribles marca Belmont, hasta que le dieron la noticia. Los médicos le
diagnosticaron falta de vida, pero yo creo que duró más, posiblemente unos
cuatro meses más de lo esperado, viviendo una eterna agonía y se fue molesto.
Para cuando decidió jubilarse de
Petróleos de Venezuela ya Chávez intentaba adueñarse de su trabajo y el stress
era incesante. Siempre he pensado que esas personas que se jubilan a temprana
edad lo hacen porque saben que partirán pronto, y la espera es larga. Mi abuelo
coleccionó todos y cada uno de los números de la revista National Geographic
por no sé cuánto tiempo, y nunca las leyó. Aquellas revistas pasaron años en mi
biblioteca, esperando que un valiente decidiera sacarlas de allí.
A veces, cuando fumo, siento que hago
un ritual a su memoria. El olor a cigarrillo, a whiskey, a guayoyito mañanero
serán siempre alertas en mi casa, porque significan que alguien en la noche
sollozará.
No tengo por qué explicar esa
sensación de extrañeza que me produce a veces soñar con él, no es normal. Hace
dos años casi muero en un choque producto de alguien que también extraño mucho,
y me lo conseguí un rato rondando por mi habitación de la clínica. Estoy casi
segura que me volvió a decir "todo estará bien", y lo notaba cansado,
trasnochado por haberme cuidado desde las horas de la madrugada del accidente,
hasta que salí de ese hueco glacial. Soy poco creyente, mi fe está en mi culo a
veces. Pero ese día tuve que reconsiderarlo.
Mi segundo "alguien" partió
repentinamente. Creo que ese Dios que me regaló un reencuentro del más allá con
mi abuelo (lelo) decidió joderme llevándose a uno de mis mejores amigos. Tengo
buenas relaciones con los antipáticos y él era el rey de todos. Era un ridículo
para muchos: típico imbécil de la U.C.A.B. con una camioneta enorme, un sonido
que se oía hasta los Teques, ropa de marca, y novia espectacular. La carnada
perfecta para los envidiosos.
Era el que me daba los consejos más
directos y necesarios. "Ese tipo es un huevón, no sé por qué estás
con él". "Ella no es tu amiga, vas a ver que un día te va a dar una
puñalada por la espalda". Y efectivamente todas sus predicciones se
hacían realidad tiempo después. Era de esas personas que aparecían y desaparecían,
pero sabíamos que estaría ahí cuando lo extrañáramos. Es costumbre entre
nosotros mandar un mensaje con insultos amigables diciendo “Te extraño, ¿cuándo nos vemos?. Ven a mi casa por unas birras”, pero no
han inventado mensajes de texto al cielo.
Una mañana iba a la Universidad,
tarde, como siempre. La cola y la lluvia conjugaron el escenario magnífico para
el desastre que estaríamos prontos a sufrir. "Mataron a Adrian".
"Estudiante de la UCAB muere por cadena de oro". "Lamentamos
mucho la pérdida de su compañero". No sé qué era peor: la gente brindando
lástima, o el espectáculo mediático. Me dejaron un hueco en el corazón que no
pienso sanar jamás, ni pienso decir adiós. Malditos todos.
Mi tercer “alguien” es el más
predecible de todos. No está en “la otra vida”, sino rondando por allí. Se
levanta, va al trabajo, regresa a casa cargado de cotidianidad, va al gimnasio
porque tiene síndrome de perfeccionismo. Es un hombre bastante común, y se
impresionarían de saber su edad porque aparenta veintitantos. Puede ser muy
jovial, muy echador de vaina pero lleva consigo una carga emocional quién sabe
por qué. El stress va a acabar con su cabellera. Antes solíamos hablar de
nuestro día, puedo decir que había cierto nivel de comunicación, al menos un
“Hola. Bendición” me bastaba para decir que hablaba con él.
Los años pasaron y me convertí en su
peor enemiga. Soy una copia exacta de su carácter hecha mujer. Todas sus
virtudes y sus errores los heredé, y para nada. Porque no he aprendido nada de
él. Cuando era más pequeña y rebelde pensaba que lo odiaba, luego me convencí
que no se trata de relaciones interpersonales sino de temperamentos,
personalidades, el pie que pisa primero el piso al despertar, y me acostumbré a la idea de que algún día
todo estaría mejor. Ahora me acostumbré a la idea de que nada va a cambiar. Mi
papá me rompió el corazón hace años, y ese es el calvario que se nota a leguas
en mi mirada. Y a él, si, a él, es a quien más extraño de mis “alguienes”.
Tengo dos ángeles guardianes, y
uno en circulación.